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Reseña: Los que sufren, de Pablo González Sánchez

«Los que sufren» de Pablo González Sánchez, es una novela breve —menos de 200 páginas—, que parece juguetear entre el absurdo y lo introspectivo, pues desde un inicio nos habla un personaje: «Tengo que decirles que me enamoré de Carmela un día de toros tras haber matado a mi padre.» Buenísimo inicio con gancho, y pareciera que se trata de una historia de tipo más comercial, no sé, en plan: hombre misterioso que ha matado al padre y ya veremos por qué, que se enamora de una mujer con la que vive una intensa relación bla, bla, bla, ¡No! Porque de pronto esta voz narradora cuenta, divaga, enreda y lo mismo ilustra que oculta. Tu tarea como lector es descifrar un poco a este tipo, a este matarife con cara y actitud de tonto del pueblo, que no es más que otra víctima de las circunstancias, claro, si ahondo más sobre su situación ya convierto la reseña en spoiler.


La novela da vueltas, juega con las ideas y con las palabras, altera sus estructuras. Los diálogos parecen responder cuestiones azarosas que se escapan de lo evidente, son cínicos, rudos, dicharacheros e hilarantes. Por momentos parece una historia absurda, y su personaje principal ¿un esquizofrénico?


En toda la historia no hay personajes femeninos en acción, se les menciona, pero no se les "ve". La Carmela de la cual él se enamoró es vuelta a mencionar otro par de veces y ya está. Sí, es una historia algo loca.


Por momentos sentí un aire a lo Beckett, por lo disparatado de algunas situaciones; a lo José Camilo Cela, por las voces y las formas de decir de los personajes; a lo Harold Pinter, por sus diálogos extensos y a veces sin acotaciones, pero que no pierden, porque las voces están definidas.


Este libro es como el cine de Lars Von Trier, que tienes que tener un humor para eso, una preparación mental para lo ¿raro?, más bien para lo artístico, lo diferente. O la detestas o la amas, o la abandonas o la terminas, difícilmente te quedarás en un limbo del criterio, dirás «genial» o «menuda caca», y es que el autor llevaba mucha razón cuando le escribió a la editorial pidiendo que la dejaran encontrar más gente que la odiara, como si retara a la ley de Murphy, porque, a la corta o a la larga, siempre aparecerá gente que le pille el quid a la cosa y le dé sus merecidos aplausos al osado escritor. He aquí los míos: 👏👏👏...


Esta es una novela sobre hombres, de ahí su crudeza, torpeza, violencia, falta de comunicación profunda, lazos crueles y mala sintonización de los afectos. Una historia sobre la locura, de ahí sus enredos y su caos, que son también, a mi parecer, parte de su encanto.


«Los que sufren» son todos, el que parece malo, el que parece bueno, el toro, el torero, el que apuesta, el golpeado, el político, el vendedor, el padre, el hijo y hasta los estreñidos ángeles, y de esto parto para hablarles de los simbolismos de la novela: la caca que sueltan los cadáveres, el hijo que mata al padre con el culo sucio después de haber ido al baño y no poder limpiarse, etcétera, en fin, el miedo.


Esta es una novela que adquiere sentido si llegas a su final, porque va creciendo a medida que avanzas. Al leerla, imagina que estás sentado en un parque sin más nada que hacer y dejas que un loco te cuente su historia, ya está.


Si te dejas llevar por la originalidad de su autor, por la audacia y locura narrativa, por lo no lineal y poco masticado que te lo dan todo en la historia, si no eres un lector holgazán que se rinde cuando hay que construir al personaje según los datos que el mismo te dé, pues disfrutarás «Los que sufren».


He aquí una historia sobre la frialdad y hermeticidad del macho, del hombre —en la novela a modo de un frigorífico, negocio familiar—, sobre el rechazo que pare desprecio, sobre la incomprensión que pare malentendidos, sobre el desamor que reproduce el sufrimiento.


He aquí una novela sobre la eterna culpa que tienen nuestros padres, los que se van, los que se quedan, que nunca quedarán bien, y ese es también su trabajo, entregar su carne como el alacrán hembra para que sus crías le devoren.


He aquí una historia sobre el niño roto que siempre seremos cuando se nos rompe en la niñez, si luego con el tiempo no nos crecemos espiritualmente, y es que, como dije en mi novela aún inédita «El globo roto en la hierba» —y perdonen el asomo de vanidad, ¡bah!—: «(...)del rencor de un niño, solo la muerte salva».


Le doy: ⭐⭐⭐⭐⭐

🎧: «Oh father» de Madonna y «My father's song» por Joe Cocker. Link a Instagram: https://www.instagram.com/p/CbWPBc0Oa3x/?utm_medium=copy_link

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