Entrar al universo de la Literatura
- ranieri7207

- 3 mar 2022
- 5 Min. de lectura
¡Todo esto es una gran comedia humana y cósmica!
Todos hemos leído algo, pero no todos hemos entrado al mundo de la literatura. ¿A qué voy con entrar al mundo de la literatura? Sin dudas no me refiero a quedarse en la periferia. Con esto último me remito a mi propia vida y a la de muchos. Voy a hablar desde mi propia experiencia para dar un ejemplo de lo que opino en cuestión.
Desde chiquito me leían cuentos, y me gustaba. Lo primero que me leyeron fue La biblia infantil, unos libros que venían con una revista para chicos; que salía semanalmente, y que mi segunda madre me leía. La historia de Sansón se me quedó grabada en la cabeza; un hombre que tiene una fuerza sobrehumana por el pelo largo que tiene. Un don divino.
Cuando aprendí a leer a los cinco años, leía novelas de aventuras, pero aún así estaba en los bordes de la literatura. Leía más que nada a H. G. Wells, novelista sobre todo de ciencia ficción, lo mismo que Julio Verne, a quien también leía. Más tarde en la vida me enteraría que ambos escritores eran como contrincantes en los corazones de los lectores de ciencia ficción, algo así como River-Boca (los dos equipos más importantes del fútbol en Argentina que son rivales entre sí). Yo leía a ambos, pero si tengo que elegir uno, elijo a Wells.
En la adolescencia, mi padre me compraba, semanalmente, libros fantásticos. Terminó regalándome más de sesenta, era una colección que salía con el diario. Me leí casi todas las sagas. Pero aún estaba en la periferia. ¿Por qué digo esto?
Vamos a compararlo con la música. No lo voy a comparar con la pintura porque no es muy común que las personas desde temprana edad consuman el mundo de la pintura. Pero sí la música. Imaginemos que nuestros padres, cuando somos chiquitos, ponen discos de rock en el equipo de música. O ahora en Spotify, si somos una nueva generación de diez años. Bueno, solo conoceremos el rock. A medida crezcamos, se va a despertar el interés por conocer más de música. Tal vez tengamos un computador en nuestra habitación y podamos elegir nuestra música. Lo más probable es que lo primero que hagamos es escuchar rock. Pero ni bien empiece a picarnos el bicho de la curiosidad, indagaremos en qué otros tipos de música existen. Lo más probable es que le preguntemos a nuestros padres sobre si hay más música. Tal vez comiendo un helado a los diez años en una heladería, en la música de ambiente del local suene pop, y ahí nos daremos cuenta que estamos escuchando música distinta a la que se escucha en nuestra casa. Es ahí, o después, cuando empezamos a crecer, cuando nuestra conciencia empieza a ser cada vez más despierta y curiosa, que descubriremos otros mundos. Al llegar a los dieciséis años, es muy probable que ya hayamos escuchado muchos géneros de música. Y ahí conoceremos el mundo de la música, todas sus aristas. Hasta puede que descubramos que el rock nace del blues y del jazz, y así sí que estaremos, sin duda, entrando ya en ese mundo; porque al conocer lo histórico de la música, pasa a formar parte de nuestra cultura. Este crecimiento como ser humano, y cultural, es un proceso gradual. Podemos afirmar que es el hecho de adquirir, como dije, cultura; el bien común a todos los seres humanos, que no es genético ni biológico, pero que ayuda a nuestro crecimiento consciente, y de razonamiento, y que es un bien a adquirir. ¿Qué pasa con la literatura?
Con la literatura pasa lo mismo. Yo leía solo ciencia ficción y novelas fantásticas. Pero esto es apenas un vislumbre pequeño de lo gigante que es la literatura. Cuando yo leía novelas fantásticas, en el colegio me hicieron leer El fantasma de la ópera, de Gastón Leroux. Este libro trata de un supuesto fantasma que quiere asustar, o tal vez raptar, a las cantantes de la ópera. Es una novela de misterio, y como tal la leí. Por supuesto, tiene todo un trasfondo más complejo que una mera historia de misterio; pero esto solo supe leyéndolo con veinte años, cuando ya era más conciente de que a veces las novelas son alegorías que quieren enseñarnos algo.
Novelas de misterio, de aventura, fantásticas, son apenas un vislumbre de la literatura. Yo aún no conocía el maravilloso mundo de la literatura, solo conocía un planeta de su inmenso sistema solar. Es lo mismo que solo escuchar rock, creemos que conocemos el universo de la música, pero no sabemos que en realidad es mucho más grande, y que todo el tiempo se expande.
Cuando los humanos terminan el colegio, son muchos los que leen poco o nada; son muchos los que solo leen fantástico, romance, ciencia ficción, terror. Pero apenas conocen un par de planetas, y no deciden conocer los demás. Yo aduzco este hecho a una falta de motivación a leer más allá de lo conocido, tanto por parte de los profesores, como de los padres. Yo, por ejemplo, estaba cómodo con el género fantástico, con quince años me parecía súper emocionante y atrapante, y no buscaba más allá. Hasta que, un día, uno de mis mejores amigos me recomendó una lectura, La metamorfosis, de Kafka. Dijo que iba a gustarme, la empecé a leer. La primera línea dice así: “Cuando aquella mañana Gregorio Samsa se despertó después de un sueño inquietante, se encontró en su propia cama transformado en un insecto mosntruoso”. ¿Qué les puedo decir? Jamás había leído un libro que empezase de esa forma. Leí y leí esperando la explicación de por qué se había convertido en un insecto, y me encontré con que Kafka jamás lo explicaba. En el único día que me llevó leerlo acababa de conocer un género nuevo: el absurdismo. Mi biblioteca solo se conformaba por los libros que ya mencioné. Así que, con el insecto de la curiosidad ahora en mí, convertido yo también en un insecto como Gregorio, necesitando el azúcar de lo nuevo, le pedí a mi amigo que me prestase otro libro. Me prestó Demián, de Herman Hesse. Una novela que a esa edad te sacude toda la existencia, todas tus ideologías y tu contacto con eso que llamamos cosmos. Narra una relación mística del protagonista con varios personajes y solo puede ser bien entendida a medida se crece. Si el libro de Kafka ya había golpeado mi conciencia, Demián lo hizo aún más.
Ya estaba: había empezado mi camino de no retorno hacia el descubrimiento del universo de la literatura y de los libros en general. Empezaron a venir otros: realistas, surrealistas, autobiográficos, autoficción, existencialistas, filosóficos, antropológicos, sociológicos, medievales, y clásicos. De todo. Y no hay género que no me guste, sacando los de auto-ayuda.
Puedo leer Stephen King como puedo leer a Manuel Puig. Desde que mi amigo me hizo salir de mis fronteras, de la periferia en la cual me encontraba, sin adentrarme al núcleo de la galaxia literaria, yo desconocía muchas cosas. Mi padre solo me había prestado un libro por fuera de lo que solía leer, pero no me gustó, porque era un ensayo, y me resultaba tedioso comparándolo a lo que estaba acostumbrado.
Todas y todos necesitamos un profesor, un amigo, una madre o un padre; un tío o un primo, que nos acerque el mundo de la literatura. Algunos les pica la curiosidad y lo conocen por sí solos. En mi caso sucede que yo era más de buscar nuevos videojuegos, y explorar ese mundo, jugaba todo tipo de género, y no buscaba en la literatura; prefería jugar videojuegos de todo tipo. Mi amigo haciéndome leer esos libros, más los que luego yo empecé a comprarme investigando en internet, logró que la literatura se convirtiera en mi arte favorita a consumir.
Así que, todos aquellos que estén en la periferia de la literatura y los libros en sí, los animo a conocer más, porque se encontrarán con que es un universo más que maravilloso.
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