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¿A qué sabe la patria?

Reza el título de un concurso que recientemente cerró su convocatoria, consistía en compartir una receta de nuestra autoría, que en su preparación incluyera ingredientes tradicionales de nuestro país. Específicamente de nuestra propia región. Me declaro amante de los quelites, de esa riqueza infinita de bendiciones que como mexicanos gozamos, con múltiples propiedades benéficas para el organismo; también incluiría otros ingredientes como el frijol, amaranto, maíz, nopal, chapulines, etc. Me resistí por dos años continuos a participar, y cuando por fin me decido a hacerlo me doy cuenta que solo queda un día para entrar y leo además ¡que hay que hacer un vídeo de la preparación!  Mientras esa misma mañana despejo mi mente como suelo hacerlo -con una larga y reconfortante caminata- vienen a mi mente como flashasos diversas composiciones que con esos ingredientes podría hacer, recuerdo las reglas a seguir y cada una se va descartando, hasta que una resuena firme, se abre paso sigilosamente, reúne todos los requisitos, sólo hay que buscarle un nombre, y rápidamente llega a mi mente como bajado del cielo. Ya todo está listo para emprender la aventura. Sin embargo algo pasa, algo que irrumpe mi zona de confort, me hiere en lo más profundo, y me impide realizar los planes trazados, ahí, pero no aquí, en este blog del que estaré participando mensualmente.  Les comparto con orgullo que mi patria sabe a:   Frijoles refritos con  cebollita y chiles torneados. Pápalos recién cortados, para mordisquear entre bocado y bocado de casi cualquier guisado. Tortillas de maíz remolido en metate,  cocidas al calor del tlecuil sobre un comal de barro que a su vez es curado con cal. En derredor del fogón se concentra la familia para comer, y se considera que justo ahí se encuentra el corazón del hogar, de donde emanan sabores, aromas, charlas y más. Palanquetas de amaranto, la semilla que mezclada con miel de agave era parte del sincretismo sagrado de mis ancestros. Salsa de cacahuates que se cosechan arrancándole pequeños terruños a este bendito y próspero suelo. Arroz de suprema calidad a nivel mundial, guarnición de muchos guisados y comidas festivas. Nopales, orgullo nacional de nuestro escudo, empleado en múltiples preparaciones  Chapulines: parte fundamental de la cocina de recolección tan socorrida por todas las clases sociales, para las más bajas como método de supervivencia con su comercialización o para proveer a sus familias la proteína de calidad que muchas ocasiones no pueden permitirse hacerlo con carnes por sus altos costos; en contraste con las clases altas que lo emplean más como un lujo gourmet para dar novedosas notas de sabor en sus exóticas mezclas de alimentos. Esta es solo una pequeña muestra regional de lo rica y diversa  que es mi madre patria, que para todos da y para todos tiene mucho que ofrecer.

1 Comment


Hermosa comparación. Valió la pena que la hubieras compartido. Me hiciste ver a mi Colombia con esos mismos ojos . Te felicito

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