Tío abuelo mario erwin miyakawa
- Yohei Moriya Miyakawa
- 14 sept 2022
- 1 Min. de lectura
Al final del trayecto. Como puma abatido
en algún bosque seco entre un parche de algarrobos y arena de desierto, está
nuestro terruño costeño vestido de palo santo, cedro y zapote. Allá lejos:
dos escopetas 16 de caza mayor que gritan desde un sueño
en la neblina. Este es el mundo subalterno.
Venado cola blanca inmóvil, superficie boscosa inmóvil,
y la mano del ojisan Manzo que surge de la laguna.
Al otro lado, más allá de este sendero,
pero flotando en el mismo Iñapari: sus perros,
que lo salvaron de las trampas de caza con aroma.
Y sus sembríos en torno a su ausencia están inmóviles,
echados en serenidad ¡Y aún así, claman!
Y el humo de su cigarro se expande perpendicularmente
-allí fluctuaba sus recuerdos en su agarrón- y el soplo
del cáncer golpea duro el organismo del que aborda.
Ascender hasta el monte de la Muerte.
Un trueno repentino y el infarto truena.
Repiquetea el silencio cual avisador.
Un trueno repentino y el infarto truena.
Hasta que se escucha, distante, golpear una puerta
lejos, en otro siglo.

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